martes, 3 de junio de 2025

Con la PrEP al día: una herramienta de cuidado, no un privilegio



La PrEP (profilaxis preexposición) es una de las herramientas más poderosas y subutilizadas que existen hoy para prevenir el VIH. Pero aunque su eficacia está comprobada, el acceso y la información sobre ella siguen siendo profundamente desiguales. Desde el Movimiento de Mujeres Positivas, creemos que hablar de la PrEP no es solo hablar de una pastilla: es hablar de autonomía, de derechos, de acceso a la salud y de combatir el estigma que aún pesa sobre las decisiones que tomamos para cuidarnos.

 

La PrEP es un medicamento que, tomado correctamente y de forma continua, reduce de forma significativa el riesgo de adquirir el VIH. Está pensada para personas sin VIH que tienen una exposición potencial al virus, ya sea a través de relaciones sexuales o del uso de drogas inyectables. Su uso está respaldado por evidencia científica sólida: puede reducir hasta en un 99% el riesgo de transmisión sexual del VIH y en un 74% por vía inyectable. Pero para que esta protección sea efectiva, es clave tomarla todos los días, sin interrupciones, y acompañarla de controles médicos regulares.

 

Y sin embargo, muchas personas que podrían beneficiarse de la PrEP ni siquiera saben que existe. O creen que no es para ellas. O han escuchado mitos que las alejan de esta opción de cuidado. Uno de los errores más comunes es pensar que la PrEP es solo para hombres gays o personas con múltiples parejas sexuales. La realidad es que cualquier persona con un riesgo elevado de exposición al VIH puede usarla: mujeres cis, personas trans, trabajadores/as sexuales, personas en relaciones serodiscordantes, jóvenes que están comenzando su vida sexual o simplemente quienes quieren cuidarse más y mejor.

 

Otro mito frecuente es que tomar PrEP implica dejar de usar condón. Nada más lejos de la verdad. La PrEP previene el VIH, pero no protege contra otras infecciones de transmisión sexual (como sífilis, gonorrea o hepatitis), ni contra embarazos no deseados. Usar PrEP no reemplaza otras estrategias de cuidado: las complementa. Es parte de una prevención integral, que incluye el uso de preservativos, pruebas regulares de ITS y el derecho a una información clara y sin prejuicios.

 

En nuestras comunidades también hemos escuchado otras ideas equivocadas: que la PrEP tiene efectos secundarios graves, que es peligrosa durante el embarazo, o que sólo deberían tomarla las personas “promiscuas”. Estas creencias no solo son falsas: refuerzan el estigma y nos alejan del acceso a una herramienta que puede salvar vidas. La mayoría de quienes toman PrEP no experimentan efectos adversos, y cuando aparecen suelen ser leves (como náuseas o fatiga) y desaparecen en poco tiempo. Además, la PrEP es segura durante el embarazo y la lactancia, y puede ser una protección fundamental para prevenir la transmisión en personas gestantes con alto riesgo de exposición.

 

Las mujeres, en particular, enfrentamos múltiples barreras para acceder a la PrEP. Algunas creemos que no estamos en riesgo porque estamos casadas o en relaciones monógamas, cuando muchas veces no conocemos el estado serológico de nuestras parejas. Otras hemos sido excluidas de las campañas y mensajes de salud, que han estado históricamente dirigidos a otros públicos. Y también muchas veces cargamos con el peso del juicio social: si queremos protegernos, si preguntamos por la PrEP, se nos mira como si eso dijera algo sobre nuestra “conducta”. Decidir cuidar nuestra salud no debería ser motivo de vergüenza, sino de empoderamiento.

 

Otra barrera enorme es el acceso. En muchos países, la PrEP está disponible en hospitales públicos o centros comunitarios, pero no siempre se difunde esa información. A veces se requiere una receta, una consulta médica, estudios previos, seguimiento clínico... Todo esto puede convertirse en un laberinto si no hay voluntad política para facilitarlo. El acceso a la PrEP no puede depender del barrio donde vivís, del sistema de salud que tengas o de cuánto sepas navegar la burocracia. El acceso debe ser universal, gratuito y sin estigmas.

 

Y además de garantizar el acceso, necesitamos generar confianza. No sirve de nada ofrecer PrEP si en los consultorios seguimos siendo juzgadas, si no se respeta nuestra privacidad, o si se nos trata como ignorantes por hacer preguntas. Necesitamos profesionales de salud que escuchen, que informen sin prejuicios, que acompañen nuestras decisiones. Necesitamos campañas que hablen con nuestras voces, en nuestros lenguajes, desde nuestras realidades.

 

La PrEP no reemplaza el resto de nuestras luchas, pero puede ser una aliada poderosa en el camino hacia una vida más libre, más segura y más autónoma. No todas la necesitan, pero todas deberían tener la posibilidad de elegirla. Porque cuidarse no debería ser un privilegio.

 

Queremos que más personas conozcan esta herramienta. Que se hable de ella en escuelas, en centros de salud, en redes sociales, en espacios comunitarios. Que se sepa que está disponible, que es segura, y que es una decisión válida y valiente. Porque cada persona que accede a la PrEP y elige cuidarse, está ejerciendo un derecho.

 

Hablemos de la PrEP sin miedo, sin vergüenza, sin estigmas. Y sobre todo, exijamos que llegue a quienes más la necesitan. Porque el derecho a una salud sexual plena, informada y libre de prejuicios es un derecho que debemos defender colectivamente.


Fuentes de los datos:

https://www.cdc.gov/hivnexus/hcp/prep/index.html

https://www.paho.org/es/temas/prep-pep-poblaciones-clave






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