Condón femenino: autonomía, placer y protección
¿Por
qué nadie nos habló antes del condón femenino? ¿Por qué sigue siendo tan
difícil encontrarlo? ¿Por qué, si tenemos una herramienta segura, eficaz y que
nos da autonomía, no se promueve como debería?
Desde
el Movimiento de Mujeres Positivas lo decimos con claridad: el condón femenino
no es solo un método anticonceptivo. Es una herramienta política. Porque
permite a las mujeres cuidar de sí mismas sin tener que pedir permiso. Porque
nos devuelve el control sobre nuestra salud sexual. Porque en un mundo donde el
placer y la protección siguen atravesados por desigualdades, tener opciones
también es justicia.
El
condón femenino —también conocido como condón interno— es una funda delgada,
suave y resistente que se coloca dentro de la vagina antes del sexo. Tiene dos
anillos: uno que va en el interior y mantiene todo en su lugar, y otro que
queda afuera, cubriendo la vulva y dando una protección adicional contra
infecciones de transmisión sexual. Está hecho de nitrilo, un material ideal
para quienes tienen alergias al látex, y puede colocarse hasta ocho horas antes
de la relación sexual. Es decir, no hace falta interrumpir el momento ni
depender de que la otra persona quiera usar protección. O que acepte usarlo y
que en medio de la relación sexual decida quitárselo
Suena
bien, ¿verdad? Pero sigue sin estar disponible en todas partes, no se incluye en
la mayoría de las campañas públicas de prevención, y todavía hay un montón de
mitos que lo rodean: que es difícil de usar, que hace ruido, que incomoda, que
no sirve. ¿La verdad? Como todo método, requiere un poco de práctica. Pero una
vez que aprendes a usarlo, lo que viene es tranquilidad. Y, muchas veces, más
disfrute.
Desde
que fue aprobado por la FDA en los años noventa, el condón femenino ha mejorado
notablemente en su diseño. Hoy en día es promovido por organismos
internacionales como la Organización Mundial de la Salud y ONUSIDA como una
herramienta clave para la prevención del VIH y otras ITS. Sin embargo, el
acceso sigue siendo limitado, y no porque falten pruebas sobre su eficacia,
sino porque fue deliberadamente excluido de las políticas públicas de
prevención. Que no aparezca en las campañas no es una omisión inocente: es una
elección consciente de muchos Estados para evitar invertir en un método que
otorga autonomía a las mujeres y rompe con la lógica del control masculino
sobre el cuidado.
Desde
el Movimiento de Mujeres Positivas decimos basta. Queremos acceso gratuito al
condón femenino. Queremos que se hable de él en las escuelas, en los
hospitales, en las campañas públicas. Queremos que esté disponible en todos los
centros de salud. Queremos poder elegir. Porque el acceso a los métodos de
cuidado no puede depender de la suerte, de cuánto dinero tengas o de dónde
vivas.
El
condón femenino no es solo una alternativa: es una oportunidad para cambiar las
reglas del juego. Para poner la autonomía en el centro. Para cuidar la salud
desde el deseo, el placer y la libertad. No todas lo van a usar, y está bien.
Pero todas deberíamos tener la posibilidad de conocerlo, probarlo y decidir si
es una opción para nosotras.
Cuidarse
no debería ser un privilegio. Y elegir cómo hacerlo, tampoco.