martes, 17 de junio de 2025

Lactancia Materna y VIH: decidir con información

junio 17, 2025 0


Ser madre es un derecho, no una obligación. Y dentro de ese derecho está también la libertad de decidir cómo alimentar a nuestrxs bebés: con pecho, fórmula o de otras formas. Las mujeres con VIH tenemos derecho a tomar esa decisión basándonos en información clara, actualizada y sin el peso del estigma que tantas veces nos rodea. Es hora de hablar, de romper el silencio, de exigir respeto. Porque decidir sobre nuestros cuerpos, sobre nuestra salud y sobre la vida de nuestras hijas e hijos es un acto de poder, no de permiso.

 

Durante mucho tiempo nos dijeron que no podíamos. Que ser madre con VIH era un riesgo, un peligro. Que no debíamos amamantar. Pero eso no es lo que dice la ciencia hoy. La Organización Mundial de la Salud reconoce que con tratamiento antirretroviral y carga viral indetectable, la lactancia materna es una opción segura para las mujeres con VIH. Y eso cambia todo.

 

Se trata de ejercer derechos. De entender que cuando nuestro tratamiento está bien sostenido, cuando tenemos acceso a controles médicos y a información confiable, no hay razón para que nos nieguen la posibilidad de amamantar si así lo decidimos.

 

Lo que muchas veces nos frena no es la realidad del virus, sino el miedo de lxs demás. El estigma. La desinformación. La mirada prejuiciosa de un sistema que todavía no se actualizó. Nos dicen que es peligroso, que mejor no lo hagamos, pero no nos preguntan cómo estamos, ni si queremos, ni si sabemos que sí podemos. Lo que nos niegan es el acompañamiento.

 

No pedimos permiso para maternar. Exigimos respeto, información y apoyo real. Queremos profesionales de salud que nos escuchen, que se actualicen, que dejen de decidir por nosotras. Queremos poder hablar sobre lactancia sin sentirnos culpables. Y si decidimos no amamantar, queremos que eso también sea respetado, sin juzgamientos ni presiones.

 

Porque no todas vamos a elegir lo mismo, pero todas merecemos tener opciones reales. Y eso incluye acceso a fórmula segura, información clara sobre cómo alimentar a nuestrxs bebés, y contención emocional para atravesar la maternidad sin miedo ni soledad.

 

Sabemos que muchas veces ser madre con VIH viene con un peso extra: el de tener que demostrar que somos capaces, que no somos un riesgo, que sabemos cuidar. Pero no estamos solas. Estamos organizadas. Estamos hablando, gritando, abrazándonos entre nosotras. Y estamos construyendo redes donde la maternidad no se vive desde la vergüenza, sino desde la fuerza de saber que tenemos derecho a vivirla como cualquier otra mujer.

 

No se trata solo de leche. Se trata de libertad. De dignidad. De romper con las narrativas que nos quieren hacer sentir menos. Las mujeres con VIH sí somos madres, sí criamos, sí amamos, y sí decidimos.

 

Decidir cómo alimentar a nuestrxs bebés no debería ser un privilegio, sino una garantía. Por eso, nuestro activismo sigue creciendo, exigiendo políticas públicas, acceso igualitario a tratamientos, a controles, a espacios sin discriminación. Porque hablar de lactancia con VIH es hablar de derechos humanos.

 

Y no vamos a callarnos. Porque, si nos organizamos, si seguimos construyendo juntas, si hablamos nada ni nadie va a volver a decidir por nosotras.





martes, 3 de junio de 2025

Con la PrEP al día: una herramienta de cuidado, no un privilegio

junio 03, 2025 0



La PrEP (profilaxis preexposición) es una de las herramientas más poderosas y subutilizadas que existen hoy para prevenir el VIH. Pero aunque su eficacia está comprobada, el acceso y la información sobre ella siguen siendo profundamente desiguales. Desde el Movimiento de Mujeres Positivas, creemos que hablar de la PrEP no es solo hablar de una pastilla: es hablar de autonomía, de derechos, de acceso a la salud y de combatir el estigma que aún pesa sobre las decisiones que tomamos para cuidarnos.

 

La PrEP es un medicamento que, tomado correctamente y de forma continua, reduce de forma significativa el riesgo de adquirir el VIH. Está pensada para personas sin VIH que tienen una exposición potencial al virus, ya sea a través de relaciones sexuales o del uso de drogas inyectables. Su uso está respaldado por evidencia científica sólida: puede reducir hasta en un 99% el riesgo de transmisión sexual del VIH y en un 74% por vía inyectable. Pero para que esta protección sea efectiva, es clave tomarla todos los días, sin interrupciones, y acompañarla de controles médicos regulares.

 

Y sin embargo, muchas personas que podrían beneficiarse de la PrEP ni siquiera saben que existe. O creen que no es para ellas. O han escuchado mitos que las alejan de esta opción de cuidado. Uno de los errores más comunes es pensar que la PrEP es solo para hombres gays o personas con múltiples parejas sexuales. La realidad es que cualquier persona con un riesgo elevado de exposición al VIH puede usarla: mujeres cis, personas trans, trabajadores/as sexuales, personas en relaciones serodiscordantes, jóvenes que están comenzando su vida sexual o simplemente quienes quieren cuidarse más y mejor.

 

Otro mito frecuente es que tomar PrEP implica dejar de usar condón. Nada más lejos de la verdad. La PrEP previene el VIH, pero no protege contra otras infecciones de transmisión sexual (como sífilis, gonorrea o hepatitis), ni contra embarazos no deseados. Usar PrEP no reemplaza otras estrategias de cuidado: las complementa. Es parte de una prevención integral, que incluye el uso de preservativos, pruebas regulares de ITS y el derecho a una información clara y sin prejuicios.

 

En nuestras comunidades también hemos escuchado otras ideas equivocadas: que la PrEP tiene efectos secundarios graves, que es peligrosa durante el embarazo, o que sólo deberían tomarla las personas “promiscuas”. Estas creencias no solo son falsas: refuerzan el estigma y nos alejan del acceso a una herramienta que puede salvar vidas. La mayoría de quienes toman PrEP no experimentan efectos adversos, y cuando aparecen suelen ser leves (como náuseas o fatiga) y desaparecen en poco tiempo. Además, la PrEP es segura durante el embarazo y la lactancia, y puede ser una protección fundamental para prevenir la transmisión en personas gestantes con alto riesgo de exposición.

 

Las mujeres, en particular, enfrentamos múltiples barreras para acceder a la PrEP. Algunas creemos que no estamos en riesgo porque estamos casadas o en relaciones monógamas, cuando muchas veces no conocemos el estado serológico de nuestras parejas. Otras hemos sido excluidas de las campañas y mensajes de salud, que han estado históricamente dirigidos a otros públicos. Y también muchas veces cargamos con el peso del juicio social: si queremos protegernos, si preguntamos por la PrEP, se nos mira como si eso dijera algo sobre nuestra “conducta”. Decidir cuidar nuestra salud no debería ser motivo de vergüenza, sino de empoderamiento.

 

Otra barrera enorme es el acceso. En muchos países, la PrEP está disponible en hospitales públicos o centros comunitarios, pero no siempre se difunde esa información. A veces se requiere una receta, una consulta médica, estudios previos, seguimiento clínico... Todo esto puede convertirse en un laberinto si no hay voluntad política para facilitarlo. El acceso a la PrEP no puede depender del barrio donde vivís, del sistema de salud que tengas o de cuánto sepas navegar la burocracia. El acceso debe ser universal, gratuito y sin estigmas.

 

Y además de garantizar el acceso, necesitamos generar confianza. No sirve de nada ofrecer PrEP si en los consultorios seguimos siendo juzgadas, si no se respeta nuestra privacidad, o si se nos trata como ignorantes por hacer preguntas. Necesitamos profesionales de salud que escuchen, que informen sin prejuicios, que acompañen nuestras decisiones. Necesitamos campañas que hablen con nuestras voces, en nuestros lenguajes, desde nuestras realidades.

 

La PrEP no reemplaza el resto de nuestras luchas, pero puede ser una aliada poderosa en el camino hacia una vida más libre, más segura y más autónoma. No todas la necesitan, pero todas deberían tener la posibilidad de elegirla. Porque cuidarse no debería ser un privilegio.

 

Queremos que más personas conozcan esta herramienta. Que se hable de ella en escuelas, en centros de salud, en redes sociales, en espacios comunitarios. Que se sepa que está disponible, que es segura, y que es una decisión válida y valiente. Porque cada persona que accede a la PrEP y elige cuidarse, está ejerciendo un derecho.

 

Hablemos de la PrEP sin miedo, sin vergüenza, sin estigmas. Y sobre todo, exijamos que llegue a quienes más la necesitan. Porque el derecho a una salud sexual plena, informada y libre de prejuicios es un derecho que debemos defender colectivamente.


Fuentes de los datos:

https://www.cdc.gov/hivnexus/hcp/prep/index.html

https://www.paho.org/es/temas/prep-pep-poblaciones-clave






lunes, 26 de mayo de 2025

Revolución Cervical: el cáncer que no debería matarnos

mayo 26, 2025 0


Hablar de cáncer cervicouterino es hablar de una deuda histórica con la salud de las mujeres. Y para las mujeres con VIH, esa deuda se multiplica. En nuestras comunidades, el cáncer cervicouterino no es solo un problema de salud pública: es una expresión más de las desigualdades estructurales que enfrentamos todos los días. Es el resultado de un sistema que sigue dejando atrás a las mujeres con VIH.

 

El cáncer cervicouterino se origina en el cuello del útero y, en la mayoría de los casos, está asociado con ciertos tipos de virus del papiloma humano (VPH). Este virus se transmite por contacto sexual y puede causar lesiones precancerosas que, si no se detectan ni se tratan, pueden transformarse en cáncer. Pero el riesgo no es igual para todas.

 

Las mujeres con VIH enfrentamos un riesgo mucho mayor de desarrollar cáncer cervicouterino. Nuestro sistema inmunológico, afectado por el VIH, tiene más dificultades para controlar infecciones como el VPH, lo que favorece su persistencia en el cuerpo y acelera la progresión de las lesiones. Además, si no accedemos regularmente a controles ginecológicos, estas lesiones pueden avanzar sin ser detectadas a tiempo. No es solo un dato clínico: es una realidad urgente.

 

Pero el riesgo biológico no explica todo. Lo que realmente agrava esta situación son las barreras sociales, económicas y políticas que impiden el acceso equitativo a la prevención, el diagnóstico y el tratamiento. Muchas mujeres con VIH ni siquiera saben que tienen más riesgo de desarrollar este tipo de cáncer, porque no reciben información adecuada ni en los servicios de salud ni en los espacios comunitarios. La falta de educación sexual integral y de campañas específicas invisibiliza el problema.

 

A eso se suman las dificultades concretas para acceder a los controles. En muchas regiones, especialmente en zonas rurales o en contextos de pobreza, los estudios como la citología (el Papanicolaou) o el test de VPH no están disponibles, o lo están solo de manera esporádica. Hay listas de espera eternas, falta de insumos, turnos postergados y profesionales que no siempre tienen una mirada libre de prejuicios sobre las mujeres con VIH. Muchas veces debemos enfrentar estigmas, discriminación o maltratos que nos alejan del sistema de salud. La atención no siempre es confidencial, ni respetuosa, ni centrada en nosotras.

 

Y si hablamos de prevención, la situación es aún más desigual. La vacuna contra el VPH, que puede proteger contra los tipos más peligrosos del virus, no está garantizada para todas. Hay países donde no se aplica en adultos, otros donde no se contempla para mujeres con VIH, y en muchos lugares directamente no se consigue. ¿Cómo vamos a prevenir lo prevenible si no tenemos acceso a las herramientas básicas?

 

Sabemos que con controles ginecológicos regulares, vacunación y seguimiento adecuado, el cáncer cervicouterino se puede evitar. Sabemos que detectar lesiones tempranas salva vidas. Pero para eso necesitamos políticas de salud pública que nos incluyan. Necesitamos que se nos escuche, que se reconozcan nuestras necesidades específicas, que se destinen recursos reales y que se garantice el acceso en todos los niveles del sistema de salud.

 

Desde el Movimiento de Mujeres Positivas lo decimos claro: el cáncer cervicouterino no puede seguir siendo una causa de muerte para las mujeres con VIH. No estamos pidiendo favores, estamos exigiendo derechos. Salud gratuita, universal, con perspectiva de género y centrada en la vida de las mujeres.

 

También exigimos información accesible, materiales educativos que nombren esta relación entre VIH y cáncer cervicouterino, campañas que lleguen a todas y no solo a quienes ya están dentro del sistema. Exigimos respeto, confidencialidad y acompañamiento. Porque no es lo mismo enfrentar un diagnóstico cuando se cuenta con apoyo comunitario, con una red de otras mujeres, con profesionales que nos miran como personas y no como casos clínicos.

 

Revolución cervical es poner el cuerpo en la exigencia. Es hablar de este tema en voz alta. Es organizarse para que ninguna más se quede sin diagnóstico, sin tratamiento, sin opciones. Es visibilizar que lo personal es político, y que nuestra salud también lo es.

 

Hoy más que nunca, levantar la voz por nuestras compañeras. Por las que no llegaron a tiempo. Por las que aún no saben que están en riesgo. Por las que, como nosotras, creen que otra forma de vivir y de cuidarnos es posible.